Sur
Alberto Arce
Habla un periodista que documenta la tragedia
10-01-2009 / Un diálogo exclusivo con uno de los pocos cronistas que permanece en Gaza.
En este momento tengo a mi lado cuatro cadáveres de niños palestinos despellejados por los perros. Hace días que están abandonados en la calle porque las ambulancias tienen el paso cortado por Israel para recoger los cuerpos”, dice vía telefónica y con la voz crispada el documentalista español Alberto Arce desde un campo de refugiados en el norte de la Franja de Gaza . “Aunque resulte espeluznante e inverosímil, tengo las evidencias ya que recorro el sitio con las organizaciones humanitarias para filmarlo todo”, vuelve a advertir acto seguido –ya casi sin aliento– el colaborador por estas horas del matutino madrileño El Mundo y uno de los pocos cronistas que logró filtrarse en los campos de guerra de Medio Oriente para reportar en vivo y en directo la crisis humanitaria que lastima a la población civil palestina.
Alberto Arce es un asturiano de 32 años que dirigió el documental Nablús, la ciudad fantasma, donde testimonia la invasión del ejército israelí de agosto de 2004 al enclave más grande de los territorios palestinos ocupados sobre el norte de Cisjordania. Desde entonces, su labor periodística en Medio Oriente se transformó en una batalla personal: fue deportado de Israel por “motivos de seguridad” pero pudo volver en forma clandestina como cooperante de la organización humanitaria Free Gaza. Así llegó en barco el último 20 de diciembre para acercar medicamentos contra el cáncer porque en el “gueto de Gaza hay un millón y medio de personas encerradas”, justificó la misión ante la prensa de su país.
En diálogo con Miradas al Sur desde el territorio bombardeado de Jaballia, Arce advertía que Israel montó un cerco informativo para impedir el trabajo de la prensa internacional hasta que exclamó perturbado “Hostias... hostias”, y se cortó la comunicación. Era el momento exacto en que un tanque israelí atacaba un camión con ayuda humanitaria de la ONU. Previamente, relató de primera mano como “la situación de la población es muy dura: sin electricidad, casi sin comida, sin agua y con mucho miedo”. Arce hablaba frenético y en forma telegráfica como si el tiempo estuviese por agonizar en cualquier momento, igual que todo su entorno.
–¿Cuál es el cuadro de situación de la población civil?
–La gente está muy indefensa. Es imposible defenderse del ataque de un F-16 y del hostigamiento de francotiradores que disparan a todo lo que se mueve: ambulancias, civiles, niños, coches, personas.
–En su crónica afirma que las tropas israelíes no pueden avanzar por tierra. ¿A nueve días de la segunda fase de la Operación Plomo Fundido, esto sigue siendo así?
–La invasión esta siendo muy lenta. Desde el inicio del ataque terrestre hasta ahora no han superado los 500 metros dentro del territorio palestino. No pueden entrar en los cascos urbanos del norte de la Franja de Gaza porque las milicias palestinas les están dando mucho combate.
–¿Cómo es el ánimo de la población por estas horas?
–Es de cansancio, obviamente, aunque están acostumbrados. Pero, fundamentalmente, de indignación y resistencia. A medida que los soldados israelíes aumentan la crueldad contra los civiles, se enardece aún más el ánimo de la gente.
–¿Qué lo conmovió más de todo lo que le ha tocado vivir?
–Esta misma tarde he conocido una niña de cinco años que se llama Salma. Ayer por la noche perdió a su hermana gemela durante un bombardeo que dejó su casa reducida a cero luego del impacto de tres mísiles.
–¿Las organizaciones humanitarias trabajan con libertad?
–No, ahora son un blanco más de los ataques israelíes.
–¿Es cierto que Hamas lanza cohetes desde escuelas y hospitales?
–Radicalmente falso. Si Hamas tirara misiles desde todos los lugares que acusa el Ejército israelí, estaría ganando la guerra. ¿Porqué sus sofisticados aviones espías no prueban a la opinión pública las acusaciones contra las organizaciones armadas palestinas?
–¿Cómo es el trabajo de la prensa en las zonas de combate?
–No hay ningún tipo de protección para los periodistas, nos movemos como el resto de la población. Simplemente, es arriesgarse para poder contar la verdad.
Por Emiliano Guido
eguido@miradasalsur.com
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